miércoles, 31 de diciembre de 2008

SIETE AÑOS DESPUÉS…TE VUELVO A ESCRIBIR.

Siete años después y aquí me tienes, para rendirte tributo, para hacer un homenaje póstumo a la muerte de nuestro amor.

El tiempo ha pasado, pero al oír tu voz, al verte o al recordarte, se me estremece el cuerpo como antes y sigo sintiendo un pequeño dolor por haberte perdido.

Fuiste mi primer amor, ese que dicen los clásicos que es el que nunca se olvida. Fuiste mi maestra de amor y también de desamor.

Me enseñaste a volar sin necesidad de tener alas, a parar el tiempo cuando estaba contigo, a olvidarme de los abismos y a caminar de frente, sin miedo, sin complejos por el camino de la vida. Me enseñaste el verdadero sentido del verbo amar y de la palabra sexo.

Convertimos lo nuestro en algo visceral, que iba más allá de los convencionalismos de la pareja. Nos quisimos infinito, nos odiamos hasta la muerte. Exploramos palmo a palmo nuestros cuerpos sin dejar un solo rincón huérfano de nuestras caricias. Desequilibramos todas las balanzas, rompimos todos los moldes, tocamos todos los extremos.

Algunos, desde el primer momento quisieron enviar por el desagüe del olvido nuestro amor. Nosotros aguantamos como pudimos, hasta que el desgaste y el cansancio de luchar contra los elementos se apoderaron de nuestras vidas.

Me enseñaste lo duro que puede ser el engaño, la mentira, el abandono, la soledad. Me enseñaste que puedo escribir versos con la pluma del alma y con la tinta de los sentimientos.

Fuiste mi primera musa, mi primera diosa del amor y de la belleza. Mi Afrodita, mi Venus, mi Anukis a la que adorar.

Le diste sentido a la palabra lujuria, al acto de pecar. Y te diré algo más: me encantó pecar contigo. Y me encantaría hacerlo una y mil veces más.

Fuiste mi religión, mi escala de valores, una lluvia refrescante en una tarde de agosto. Fuiste mucho miura para tan poco torero.

Ahora, con el paso del tiempo, con la experiencia de los años y con unas cuantas cornadas en el cuerpo me encantaría poder volver a torear contigo. Y salir por la puerta grande, no a hombros, sino contigo acurrucada en mi regazo.

Decía aquel, que la vida es sueño y los sueños, sueños son. Pues yo por soñar soñaría, que ahora que tengo el corazón roto, me encantaría que lo reconstruyeras tú con el pegamento de tus labios en forma de besos. Por soñar soñaría una segunda parte contigo con un final feliz. Por soñar soñaría, seguir aprendiendo contigo las lecciones que nos quedaron pendientes.

Y lo que son las cosas, ahora siete años después, cuando por tu vida y por la mía han pasado unos cuantos nombres. Quiero elevarte a los altares del amor y convertirte en este momento y para siempre, en la Señora de mi corazón.

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