martes, 24 de agosto de 2010

EL DEMONIO SE PERFUMA DE PRADA

No es necesario vender tu alma atormentada al Diablo para terminar en el infierno del amor, donde te condenan a la tortura eterna de la indiferencia. Entre lagos de fuego y azufre, no dejan de recordarte que eres un ángel caído, una caricatura garabateada por un niño de dos años, un solitario sin sombra, un rey sin corona.

Desde ese inframundo donde se confunde el amor y el desamor. Te das cuenta que Lucifer es nombre de mujer, que Belcebú se viste con ropa cara y que el Demonio se perfuma de Prada.

Los Dioses del Averno se tomaron la revancha y resucitaron en mi interior, revolviendo mis entrañas. Escurriendo mis ojos y llenando de lágrimas mi cara mientras amanecía.

En ese ritual lacrimoso, tu cara de incomprensión hizo que muchas preguntas se agolparan en mi aturdida cabeza.

¿De qué sirven unos labios si no son capaces de pronunciar la palabra te quiero?
¿Para qué sirve una mirada tuya, si entre tus ojos se esconde la sombra de la duda?
¿Qué hay tras esa sonrisa de Jóker?
¿Quién marchitó tus primaveras?
¿Por qué mal vendes tus besos entre rosas y espinas?
¿Dónde está la llave que abre la puerta de tu corazón?
¿Por qué no arrancas de ti la amarga amargura?

¡Contesta, por favor!

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